viernes, 29 de junio de 2012

Masacre de Trelew: el juicio se reanuda en julio

Pepe Castro pieza clave en la "negociación"
RAWSON (AV)- Concluyó ayer -29/06/12-  una nueva semana de audiencias en el juicio oral y público que se realiza en esta capital, en el que se juzga a cinco militares que habrían tenido responsabilidad en la denominada Masacre de Trelew, ocurrida en la base naval Almirante Zar el 22 de agosto de 1972 y en la que murieron 16 presos políticos y otros tres resultaron gravemente heridos.

El proceso se interrumpirá ahora hasta el 25 de julio próximo cuando tras las feria judicial se reanuden las declaraciones. Se calcula que para setiembre podría conocerse la sentencia contra los imputados, Rubén Paccagnini, Carlos Marandino, Luis Sosa, Emilio Del Real y Jorge Bautista. El lunes último comenzó la audiencia a las 17, con la reproducción de los testimonios que tomó el tribunal al recientemente fallecido secretario de Derechos Humanos de la Nación, Eduardo Luis Duhalde -quien fue abogado defensor de presos políticos- y a un ex integrante de la Armada.

Pero una de las declaraciones más fuertes de la semana fue la que correspondió al periodista, director y hoy dueño de LU 17 Radio Golfo Nuevo, Héctor "Pepe" Castro. Según explicó uno de los fiscales, Fernando Gelves, fue "un testimonio muy sustancioso". Castro presenció lo que fue la negociación y el traslado de los detenidos al Aeropuerto donde fueron capturados tras haberse fugado de la Unidad 6 de Rawson el 15 de agosto de 1972.

El periodista relató quiénes fueron los civiles que estaban en ese momento y destacó que junto al juez federal de entonces, un médico y otros periodistas abordaron el micro que iba a conducir a los presos políticos nuevamente a la cárcel. Estuvieron unos diez minutos sin moverse hasta que el jefe de la base Zar, Rubén Paccagnini, hizo bajar a los civiles. Ayer, en diálogo con Radio Nacional Viedma, Gelves dijo que Castro recordó en su testimonio que "Paccagnini le informó al juez Godoy que había un cambio de planes y que el presidente Lanusse había dispuesto que había una zona de emergencia y que tenían que ir a la base Zar, a lo que Godoy se opuso porque la negociación era otra, ya que los detenidos temían por su integridad física", dijo el fiscal.

Por otro lado, Castro relató que pocas horas después de la masacre se envió a Rawson a la Gendarmería a preguntar porque había una esposa de un detenido de la Unidad 6 que no sabía nada de su marido. Lo atendió un militar de apellido Borzone que le contó que había ocurrido un hecho de sangre en la base Zar y que él había estado en el lugar, que se había manchado los borceguíes con sangre y que había presenciado un intento de suicidio de Paccagnini.

lunes, 11 de junio de 2012

Hablan hijas de los fusilados (2). MARIANA BONET

MARIANA BONET

“El pedía justicia”

Los ojos azules de Mariana Bonet transmiten alegría. Piensa antes de responder cada pregunta con un leve acento, como producto de su exilio en Francia, donde creció y hoy vive. Su hija no habla castellano. Son hija y nieta de Rubén Pedro “El Indio” Bonet, el dirigente del ERP que participó de la conferencia de prensa que dio en el mismo aeropuerto en el que ella estuvo ayer por primera vez. Allí le preguntaron cuál era la solución que veía para terminar con las dictaduras. “Continuar con la lucha revolucionaria”, respondió su padre –que luego sería fusilado– con una inocultable sonrisa. Ella tiene esa misma gestualidad. “El pedía justicia, igualdad y más solidaridad entre la gente”, recuerda Mariana, que hoy trabaja en medioambiente y desarrollo sustentable.

–¿Qué recuerdos tenés de tu padre?
–Era muy chica. Nací en 1968. Tenía cuatro años cuando murió papi. Tengo los recuerdos que me van contando. Me contaron cuando íbamos a visitarlo a la prisión de Devoto y también vinimos acá a visitarlo.
–¿El les escribía?
–Estuvimos leyendo un diario de la época, donde mi papá me contaba a mí y a Hernán cómo lo habían trasladado a Rawson, cómo iban pasando los días, que trabajaban, cantaban, se reunían a leer, y así iban pasando los días. Decía que nos estaba esperando para el 9 de julio, cuando lo fuimos a visitar. Es un diario de 1972, que publicó la carta y los dibujitos que le mandamos.
–¿Qué impresión te causó él hablando en la conferencia de prensa?
–El pide justicia, igualdad y más solidaridad entre la gente. Son cosas que eran reales, pero no hay nadie más que luche para eso hoy. Su militancia tenía sentido en ese mundo dividido entre comunismo y capitalismo, con la revolución cubana. Y la represión también forma parte de ese marco con Estados Unidos, que implementó el Plan Cóndor.
–¿Tu madre también militaba?
–Sí, ella también militaba.
–¿Ustedes tuvieron que exiliarse tras la masacre?
–Después del ’72 mi madre hizo una causa contra los militares de acá. Entonces, desde ahí pasamos a la clandestinidad. Estuvimos clandestinos seis años, del ’72 al ’78, cuando nos fuimos.
–¿Seis años?
–Sí, que nos mudábamos de un lado para el otro.
–¿Qué implicaba vivir en la clandestinidad para una niña de cuatro años?
–Implicaba que un día volvías a casa de la escuela. No entrabas a tu casa, seguías caminando derecho y te ibas a otro lugar, a otra escuela y con otro nombre. Sin más nada que tu ropita y tu delantal de la escuela de antes. Y eso, cinco o seis veces.
–¿Qué les decía tu madre?
–Que no se podía contar nada. Andábamos con nombre falso. Mi madre volvió a casarse y tomamos el nombre del señor con el que se casó.
–¿Pero seguiste con tu nombre?
–Siempre fui Mariana, sí. Y cuando nos fuimos a Francia, retomé mi apellido original. Y hasta hoy soy Mariana Bonet.

Hablan las hijas de fusilados de Trelew

RAQUEL CAMPS

“Somos Trelew”

Es la primera vez que María Raquel Camps Pargas visita Trelew. Es hija de Alberto Camps –uno de los militantes de las FAR que sobrevivieron a la masacre– y de Rosa María Pargas. Ambos estuvieron detenidos en la cárcel de Rawson antes de la fuga. Allí se enamoraron, se casaron con los otros dos sobrevivientes de testigos y tuvieron dos hijos antes de que la dictadura los alcanzase en 1977. “Ellos se conocieron acá y somos parte de esto. Es nuestra historia. Somos Trelew”, dice Raquel, en diálogo con Página/12.

–¿Qué edad tenías cuando secuestraron a tus padres?

–Estaba a un mes de cumplir un año. Nací en 1976, en la clandestinidad. En 1977, mi vieja desaparece cuando salía con mi hermano y mi viejo se resiste en la casa y lo hieren de muerte. Lo llevan a un hospital donde aparentemente no le dieron las atenciones y muere. A mi hermano lo dejan en un hogar y a mi vieja no la vimos más. Después supimos que había estado en El Vesubio.

–No los recordás, ¿cómo empezaste a reconstruir su historia?

–Mi hermano me contó muchas cosas. El tenía tres años, pero se acuerda. Es mi gran contador de la historia. No tanto de amigos o compañeros, porque mis abuelos siempre nos cuidaron demasiado. Vivieron con mucho miedo, quemaron muchas cosas, por lo que nos costó tener cosas de ellos. Pero cuando empezamos a salir a la vida, nos dimos cuenta de que llevábamos una mochila que no era fácil.

–¿Hoy cómo la llevás?

–Recién ahora la llevo mejor. En un momento, creí que no podía más. Por mucho tiempo, viví sin mis viejos en todo sentido. Los tuve que reconstruir para poder después hacer un duelo.

–¿Cambió mucho cuando tuviste a tus dos hijos?

–Sí, el nacimiento de mi primer hijo me hizo ver el vacío.

–¿Leíste la entrevista de Paco Urondo a tu papá?

–Sí, pero no leí muchas cosas. Trato primero de reconstruirlos como papá y como mamá. Para después comprender lo que hicieron y lo que pasaron.

–¿Y la parte política?

–Primero me costó mucho entenderlos como hija. Me pregunté por qué volvieron al país, me enojé como si estuvieran. Después entendí que esto era lo que querían, que era lo más importante. Si bien nosotros éramos lo más importante, lo que los anclaba a la vida. Hay una carta que escribe mi vieja –ya desaparecida– que dice que si no ganaba, debía morir. Y esto le daba razón a su muerte. Estaban convencidos.

–¿Por qué te llamás María?

–Por María Angélica Sabelli, y Raquel por una ex novia de mi viejo que la mataron en Córdoba antes del ’72. Y mi hermano se llama Mariano Alfredo Humberto, por Mariano Pujadas, Alfredo Kohon y Humberto Toschi. Tres de los caídos en Trelew.

–Más allá de no haber sido elegido como herencia, ¿qué significado tiene Trelew?

–Para mí, Trelew es mi hermano y soy yo. Ellos se conocieron acá y somos parte de esto. Es nuestra historia. Somos Trelew.

viernes, 8 de junio de 2012

Masacre de Trelew fue “un ensayo general del terrorismo de Estado.”

Angélica Sabelli
El doctor Rodolfo Mattarollo brindó su testimonio en el marco del juicio por la “Masacre de Trelew” que se desarrolla en el Cine Teatro José Hernández de la ciudad capital, el testigo declaró por su rol como abogado de presos políticos al momento en que se desató la fuga y posterior masacre que le costó la vida a 16 presos el pasado 22 de agosto de 1972. Así, Mattarollo vino a ratificar la hipótesis de la querella respecto a la existencia de un plan sistemático para exterminar a la disidencia, y aseguró que la Masacre de Trelew fue “un ensayo general del terrorismo de Estado.”  Las audiencias se retomarán a partir del 25 de junio a las 16 horas.
Mattarollo declaró por el término de dos horas, aportó datos muy precisos, innumerable cantidad de nombres, y anexó a la causa documentación, entre ellas una foto de una rueda de prensa de la que él participó, un artículo periodístico de la época y un libro de su autoría.
 
Testimonio
 
Así inició Mattarollo su relato: “Yo era abogado defensor de presos políticos y sindicales, nucleado en la Asociación Gremial de Abogados de Buenos Aires, como miembro de una asociación que contaba con 150 abogados, de los cuales 130 están hoy desaparecidos. Cuando se produce la fuga del penal de Rawson, un grupo de abogados de la Gremial decidimos viajar a Trelew y a Rawson porque pensamos que era una necesidad para el patrocinio de nuestros defendidos, en el sentido de resguardar su integridad física y personal, en una situación de evidente tensión que se había creado. No conseguimos hacerlo de otra forma, tuvimos que alquilar remises, y en esa situación viajamos desde Buenos Aires.”
Así, en su relato pausado, continuó detallando las cruentas situaciones vividas por aquellos años, los casos de tortura, picanas, persecuciones, detenciones ilegales y demás situaciones que eran moneda corriente ya por el año 1972, antes de que se instalara la dictadura militar del ´76, por lo cual el testigo afirmó una y otra vez que este caso fue una especie de ensayo de lo que vendría después, y que la “Masacre de Trelew” tenía los mismos objetivos de sembrar el terror.
“Nos encontramos con una situación de extrema tensión y de imposibilidad de ejercer cualquier acción de tipo legal. En aquel momento existía un margen de legalidad, por cierto restringido, insuficiente, fuimos objeto de atentados en nuestros estudios, de colocación de bombas que destruyeron nuestros estudios”, e incluso fue detenido en su breve estadía en Trelew, después del 15 de agosto de 1972 pero antes de la Masacre del 22 de agosto, por averiguación de antecedentes según le informaron.
“Decidimos volver a Buenos Aires (después de la fuga y antes de la Masacre), allá nos enteramos de lo ocurrido el 22 de agosto y nos dispusimos a realizar una conferencia de prensa en la Asociación Gremial de Abogados de Buenos Aires que a su vez se vio frustrada por la colocación de una bomba (…) en la conferencia de prensa improvisada damos cuenta de nuestra experiencia previa y cómo había un clima ominoso en el sur que nosotros percibimos y que nos llevó, después de reiterados esfuerzos, a decidir volver a la capital”
 
Un ensayo general
Entre las anécdotas que relató el testigo, gran parte de ellas se encontraba su amigo Luis Eduardo Duhalde, quien fuera subsecretario de Derechos Humanos, recientemente fallecido. Así, contó: “Estábamos ante lo que llamábamos muchas veces, el doctor Duhalde y yo, un ensayo general del terrorismo de Estado, porque esto había adquirido ya contornos de una gravedad y de una evidencia palmaria de la responsabilidad de las Fuerzas Armadas y de los más altos cargos del Estado (…) Sentíamos la inutilidad de hacer una denuncia porque esto era una política de Estado realmente, el margen de legalidad existía -y hay que reconocer que desapareció del 76 en adelante-, pero ya se comenzaba a dibujar, insisto, esta situación en la cual la legalidad o no legalidad era engañosa, en la medida en que se presentaba la tortura, se colocaban bombas contra los estudios jurídicos, de modo tal que sentíamos que se preparaba ya para otra etapa, desgraciadamente no nos equivocamos.”
 
Crímenes de lesa humanidad
 
Los fundamentos de la Fiscalía y de la querella van dirigidos a comprobar que la masacre se enmarca en hechos de lesa humanidad, por tanto son imprescriptibles, así Mattarollo se refirió a los crímenes de lesa humanidad “me parece que se cumple a partir de los inicios de los 70, tiene a Trelew en esos ensayos generales como decíamos con Duhalde, que todavía tienen que carácter de experimental pero que tiene las características de sistematicidad porque lo que busca justamente es dar ese mensaje ambiguo, por un lado ocultar la responsabilidad, los señores que lo cometen dan explicaciones inverosímiles y contradictorias, que recopiló Paco Urondo, y al mismo tiempo envían un mensaje que difunden a partir del terror, la parálisis y la apatía (…) Una característica del terrorismo de Estado es que oculta su responsabilidad directa, lanza un mensaje de terror a la población.”
Además, agregó que según su parecer, el crimen de lesa humanidad tiene aspectos que son disyuntivos, puede ser sistemático o masivo, la combinación entre represión legal e ilegal, entre mensaje encubierto y un mensaje abierto, lo cual es característico del sistema desde sus orígenes, “lo que busca justamente es sembrar el terror, por eso se habla de terrorismo de Estado” y aseguró que “en todo caso aquí comienza un germen del terrorismo de Estado”.
 
Como el régimen nazi
 
Un buen tiempo de su testimonio fue dirigido hacia comparar el régimen nazi con lo que sucedió tanto en Trelew como en el país durante las dictaduras militares, así indicó que en su exilio en Francia tuvo la oportunidad de conocer a personas que tuvieron experiencias en los campos de concentración nazis, así comparó los casos de desaparición forzada de Alemania e indicó que utilizaron el mismo método, “desaparecer en la noche y niebla” para “sembrar en la población un efecto de terror”, esto ha pasado y “quizás ha sido perfeccionado por nuestros dictadores”.
Por otro lado, destacó el rol fundamental de la prensa, ya que la estrategia de los abogados defensores de presos políticos consistía en la información rápida, el contacto con los familiares y la prensa, “por eso también es que hay muchos periodistas desaparecidos seguramente, porque son blanco de la represión porque se trata de desarticular la estructura de defensa.”
 
No hay crimen perfecto
 
Así, de modo contundente, Mattarollo manifestó: “Yo creo que ya la cárcel de Rawson es parte de la sistematicidad, porque son lugares de alta seguridad (…) por eso son distintas piezas que se combinan, el asesinato, la tortura, tratar de mortificar a los presos de las cárceles, como se va a hacer de cara al golpe militar del 76, pero ya el sistema está pensado en función del desgaste moral de los detenidos en una escala que no se conocía en la Argentina con anterioridad.”
Al finalizar su declaración, la defensa le preguntó que si era algo tan sistemático por qué consideraba que asistieron a los tres sobrevivientes, permitiéndoles que vivan, la respuesta sin dudar por un instante, fue “la conclusión es que ningún crimen es perfecto, ya había pasado tiempo cuando se los encuentra vivos, creo que a Bonet no se le dio atención y por eso murió, o sea, hay un elemento de azar en ciertas circunstancias”

Testimonio de Elisa Martínez, apoderada de presos

“No me dejó ni mover y días después me di cuenta de que se estaba despidiendo”
Elisa Martínez y su último recuerdo de Mariano Pujadas.
Fundadora:  Martínez dio el puntapié inicial para que los presos pudieran tener sus apoderados en Rawson.
El último jueves de visita en la U-6 antes de la fuga, Mariano Pujadas no dejó que su apoderada de Trelew hablara con nadie ni que se mueva entre los presos. Aunque era un hombre parco también era afectuoso. Tomó suavemente de los hombros a Elisa Martínez y charló con su marido Horacio Mallo. “No me dejó mover por el resto del pabellón para conversar con el resto como yo hacía en esos días de visita general”, contó ayer la mujer. Días después “entendí que se estaba despidiendo aunque en ese momento no me di cuenta”.

Durante mucho tiempo antes Martínez le llevó cajas de remedios y elementos de limpieza para luchar contra las pulgas y las chinches del calabozo, como fundadora de esa Comisión de Solidaridad con los presos políticos. Llevaba tantas aspirinas que un día les preguntó “¿tanto les duele la cabeza?”.

Su primer protegido fue un joven mendocino que estuvo pocos días. Luego le tocó Pujadas, el hombre al que la Marina acusa de golpear al capitán Sosa y e iniciar el intento de fuga en la Base. Apoderada y preso no se eligieron: la prioridad eran dar una mano a quienes más lejos estaban de su provincia. Ambos se interesaron mucho por la familia del otro. “De entrada nos unió que ambos éramos argentinos naturalizados porque éramos de España, aunque era mucho más joven que yo. Algo mucho más afectivo que intelectual”.

Tras aquella última visita de jueves lo vio una vez más pero por TV: no podía creer a Mariano entregándose en el aeropuerto. “Mis neuronas no se juntaban y no podía unir esa imagen con lo que vi en la cárcel”, le confesó al tribunal. Vino el 22 y una nebulosa que le tapa recuerdos, hasta muchos de su propia detención, aquella que sublevó a todos. Ella, ama de casa sin activismo político más que esa ayuda a los detenidos. “Luego de la Masacre Trelew era una ciudad tomada y había mucha gente extraña que en el pueblo no conocíamos, estábamos todos vigilados y nadie se movía con libertad. Era un clima de agobio”.

Tras su detención en Devoto, Martínez retomó el contacto con la familia Pujadas. Recuerda reencuentros en Trelew, abrazos y un regalo de los padres del fusilado para la beba por nacer de su ex apoderada. “No recuerdo tanto porque todo eso está oscuro”, admitió.

Horacio, su marido escultor, les obsequió un busto de Pujadas. “Pero cuando asesinan a todos los miembros de la familia, ese busto también va al mismo pozo donde tiran a todos”. Esa noche de masacre sólo se salvan un chico de 11 años y una nena de tres meses, escondidos en el baño. El resto fue fusilado y sus cuerpos destruidos con explosivos.

La testigo pensó durante mucho tiempo que ya no quedaba ningún Pujadas. “Creí que los habían matado a todos pero mucho tiempo después mi hija más chica encuentra al sobrino de Mariano, que se llama igual, hijo de uno de sus hermanos”. El Mariano bis se encontró con Elisa poco antes de 2004. “Nos queríamos conocer y yo deposito en él muchas características personales porque es afectuoso y muy cariñoso, parece que te conociera de toda la vida y te cuenta cosa de su familia sin que le preguntes”. El bache histórico se llenó cuando conoció a la cuñada de Pujadas, Ana María Bigi. “En realidad es ella la que me junta todo porque me cuenta cómo fue diezmada esa familia y cómo se salva ella; aún hoy nos vemos y nos escribimos”.

Testimonio de Alicia Sanguinetti

Para una testigo, la mayoría “pensaba que no iba a poder salir con vida de la Base de Trelew”
 
Alicia Sanguinetti fue otra detenida que no pudo fugarse del penal de Rawson junto con los fusilados. Pero luego, María Berger le contó en persona qué pasó esa madrugada. Ayer se lo relató al tribunal y admitió que los presos sospechaban su final. Más detalles del avance del proceso en Rawson.
Preguntas con respuesta. Una postal de Sanguinetti en su testimonio ante el tribunal que juzga a los marinos.
Por Rolando Tobarez

Cuando compartían el baño en la cárcel de Villa Devoto, con señas o papelitos, María Antonia Berger le reconstruyó a Alicia Sanguinetti su versión de los fusilamientos en la Base Almirante Zar de Trelew. Berger fue sobreviviente junto con Ricardo Haidar y Alberto Camps. Esa misma versión fue la que ayer escuchó el tribunal que juzga a los 5 marinos acusados. La diferencia sustancial es que según la testigo, esa madrugada no fue la primera en la cual los presos fueron sacados todos juntos y puestos en fila. Y que sentían que algo les podía pasar.

Con tono emocionado, Sanguinetti recordó la fuga a medias del penal de Rawson. Tras el 22 de agosto, terminaron juntas con Berger en el pabellón que compartían otras presas políticas. Allí se enteró de todo. “Nos contó la llegada al aeropuerto, la entrega y la negociación”. De cómo terminaron en un bus rumbo a la Base cuando la promesa era regresar a los 19 a la U-6. De las celdas mínimas y el frío trelewense sin ropa, insultos y algún que otro golpe.

Mala predicción

Berger le contó a Sanguinetti que “la mayoría pensaba que no iba a salir con vida de la Base” y que sacarlos a todos de sus celdas para formarlos no era raro, como siempre se dijo. De lo que sucedió esa noche “nos contó que fueron despertados y obligados a bajar la cabeza y mirar al piso”.

Berger sospechó lo peor cuando vio puesta una metralleta en la entrada al pasillo, cerca de la mesa donde siempre un marino los vigilaba. “Eso le llamó la atención. Pensó que los querían amedrentar pero sintió que iba a pasar algo fiero. Un militar pasaba y los insultaba cuando de repente se iniciaron los disparos. Algunos se arrastraron a sus celdas pero María escuchó los tiros de gracia, uno por uno”.

Sangre

Ella quedó con vida y conciente. Reptó lo que pudo. Al borde de la muerte se empapó el dedo de sangre y quiso escribir en la pared de su calabozo nombres y algún Patria o Muerte. Dejar alguna pista. No escribió nombres porque los que alcanzó a ver no tenían identificación.

Vio muerta a María Angélica Sabelli. “Esta yegua está con vida”, alcanzó a escuchar. Enseguida un uniformado con una calibre 45, ansioso de un remate más. “Le disparó cerca de la cara y sintió que la cabeza le estallaba. Pensó que se moría y no sabe cómo es que se salvó”, relató Sanguinetti.

Como ni se desmayó, Berger pensó que su parte alemana en la sangre la había salvado. En esa duermevela le pareció que alguien entró como queriendo interrumpir la tragedia. María Antonia escuchó el grito fuertísimo de un “¡¿qué pasó acá?!”, que venía de la puerta del pasillo. Además de Haidar y Camps, en la sala de enfermería vio aún vivos a Rubén Pedro Bonet y Alberto Kohan.

El balazo tan cerca de la cara no fue gratis. Le destruyó la mitad de la mandíbula y le dejó una mueca. “Quedó desfigurada como para poder hablar”, graficó Sanguinetti. No hubo ningún tratamiento médico ni apósito ni calmantes. Recién cuando volaron a Bahía Blanca recibieron atención.

Vejaciones

Ante el tribunal en el Cine Teatro “José Hernández” de Rawson, la mujer desgranó su historia personal, igual y distinta a todas. Fue exacta cuando dijo que para escaparse del penal había una lista de 121 presos políticos. Sanguinetti inauguró su vida carcelaria cuando la detienen por un atentado frustrado: intentó quemar el palco que compartirían los presidentes Agustín Lanusse y el uruguayo Juan María Bordaberry, para un desfile del 9 de julio.

“Me detuvieron en un bar frente al Luna Park y terminé en la comisaría 22. Allí vi a Roberto Quieto terriblemente torturado por su primera detención”. Desde las rejas le gritó que por favor aguantara lo que le esperaba. Un silencio ocupó el recinto cuando Sanguinetti recordó que la violaron varias veces. “En defensa de mi género debo decir que las guardiacárceles mujeres son mucho más violentas y agresivas que los hombres”, sorprendió.

En febrero de 1972 inauguró el pabellón de presos políticos de la cárcel capitalina, en Chubut. Tenía pistas de su nuevo destino. “Entre las organizaciones se decía que en la Base Almirante Zar había un núcleo de élite reforzado y se sabía en esa época que lo más represivo y sanguinario era la Marina, que estaba ahí”. Tras la fuga y la masacre el régimen en la U-6 fue mucho más duro.

Como ya es costumbre de los testigos que pidió la querella, Sanguinetti deslizó ante los jueces Enrique Guanziroli, Pedro de Diego y María Monella que “espero que el tribunal sea justo con lo que pasó y juzgue a quienes debe juzgar”.

jueves, 7 de junio de 2012

Solari Irigoyen declaró como testigo

Solari Yrigoyen: “los asesinatos eran dirigidos hacia quienes éramos contestatarios”

Con un auditorio bastante concurrido, fundamentalmente por adolescentes y jóvenes, inició ayer una nueva audiencia por el juicio de la “Masacre de Trelew”, que se lleva a cabo en el auditórium del Cine Teatro Municipal de Rawson. La jornada inició puntualmente, a las 10 horas, con el testimonio de Hipólito Solari Yrigoyen, ex senador radical, quien relató innumerables anécdotas sobre persecuciones vividas, cómo era la situación política en el año 1972 –y en años anteriores y sucesivos-; no se cansó de repetir que “no fue un hecho aislado” y reiteró en varios oportunidades que la represión, persecución y asesinatos estaban dirigidos hacia gran parte de la sociedad civil, quienes “éramos contestatarios”, aseguró.
 
Qué sucedió aquella semana
 
Solari Yrigoyen, convocado como testigo por la Fiscalía y la querella, brindó un extenso y contundente testimonio ante el Tribunal Judicial y el público presente, si bien no estuvo en la región el día en que sucedió la “Masacre”, aseguró que de múltiples fuentes directas y muy allegadas conoce perfectamente qué fue lo que pasó, cómo se suscitó la fuga, el traslado de los presos hacia la Base Almirante Zar, y el posterior fusilamiento, aunque aseguró que desconoce quién dio la orden para que dispararan contra los presos políticos.
Así, aseguró Solari Yrigoyen en su relato: “El 15 de agosto los presos de la cárcel de Rawson tomaron la cárcel y se dispusieron a dejar la misma, a fugarse de la prisión que estaban sufriendo, algo les falló con los contactos externos y solamente pudieron salir seis de esos presos, que llegaron hasta el viejo aeropuerto de Trelew y secuestraron un avión de la empresa Austral con el cual se alejaron del país, se fueron a Chile vía Puerto Montt y después a Santiago. Estos seis presos fueron aceptados como asilados por el gobierno de Salvador Allende en Chile, y un tiempo después volaron a Cuba donde creo que se radicaron. Sé también, porque yo era muy amigo del embajador de Chile en Buenos Aires, que el gobierno de Chile recibió muchas presiones de parte del gobierno argentino para que no les dieran asilo y los devolvieron, pero Salvador Allende obró conforme a la tradición del país y les dio asilo”.
Luego se refirió a aquellos que no pudieron tomar el avión, quienes fueron detenidos en el aeropuerto y decidieron rendirse con ciertos condicionamientos, entre ellos la presencia periodística y la promesa de ser llevados a la Unidad 6 de Rawson, cuestión que no ocurrió “subieron a un ómnibus que había sido enviado para sacarlos de ahí, y en ese ómnibus con los 19 presos subieron algunos periodistas (…) Una vez que subieron al ómnibus, dijo el Capitán Sosa que no podía llevarlos por la situación en que se encontraba la cárcel, pero que serían llevados a la Base, pero que les daban las garantías que ellos querían tener sobre su vida, sobre su seguridad, presumo. Fueron todos hasta la puerta de la base Almirante Zar y ahí los bajaron, quienes los acompañaron que eran los testigos, y de alguna manera los garantes de la seguridad, tuvieron que retirarse.”
 
“¿Cómo le consta?”
 
Tras el minucioso detalle de Solari Yrigoyen, quien recordó cada detalle, cada anécdota sobre él y los demás, como por ejemplo los restaurantes donde había ido y le habían negado servirle comida por órdenes del gobierno, sobre una situación donde lo encarcelaron por disturbios cuando no había ocasionado nada, entre otras cuestiones, el presidente del Tribunal le preguntó “¿Cómo le consta?”, ya que Solari Yrigoyen no había estado presente ni el día de la fuga ni de la Masacre, así el testigo aseguró que le consta porque se lo han relatado muchas personas que estuvieron presentes, tales como el juez Alejandro Godoy, su vecino y amigo; Abel Amaya, médico y “entrañable amigo hasta la muerte”; el periodista Héctor Castro, su amigo, entre otras fuentes.
Acerca de su persona, relató: “Cuando ocurrieron estos hechos yo estaba en Buenos Aires, ni bien me enteré lo que había ocurrido, me tomé un avión y me vine para acá porque estaba en la cárcel quien era mi defendido, el líder gremial Agustín Tosco (…) Llegué a la zona, lo ví a Amaya para ir a la cárcel de Rawson, fuimos, y obviamente no nos dejaron entrar, la cárcel estaba en manos de la Gendarmería, tampoco nos dieron noticias de cuando lo podíamos ver, esto fue el día 16 o 17 de agosto.”
 
Onganía, un hombre “limitado”
 
En alusión al contexto político que se vivía por allá por 1972, el ex senador aseguró una y otra vez que no se trataba de hechos aislados, sino que formaban parte de un plan sistematizado para eliminar a quienes pensaban diferente.
“Estos no fueron hechos aislados, cuando se derrocó al gobierno constitucional de Arturo Illía, el 28 de junio de 1966, asumió un gobierno provisional al mando del general Onganía, era un hombre que no tenía ninguna idoneidad para el cargo, si él hubiera decidido hacer política en lo civil, yo creo que no hubiera llegado a ser ni candidato a concejal suplente, era un hombre muy limitado (...) Hubo un plan, que se creó dirigido a una parte de la población civil, entre los cuales yo me inmiscuía, que éramos contestatarios de la legitimidad que pretendían tener desde ese gobierno. Fue un plan permanente, generalizado, sistemático, que permitía combatir a cualquiera que sea disidente. Tengo muchas pruebas, inclusive personales directas.”
 
Un régimen cruel
 
Así también, el ex senador se refirió a ciertas características de aquel régimen que fusiló a los presos en agosto de 1972, aseguró que era un régimen muy cruel. “Durante aproximadamente un mes no pudimos ver a nuestros defendidos, después de un mes se les levantó la prohibición, que después Quiroga dijo que no la había dictado, y por primera vez lo pude ver a Agustín Tosco, pero las condiciones habían cambiado, lo vi a Tosco mucho más flaco, lo habían rapado y vestía uniforme de preso, esos multicolores, y me enteré que estaban bajo el régimen de presos de máxima peligrosidad (…) Era un régimen tremendo, un régimen típico de un campo de concentración, donde los presos sufrían torturas, y además un trato cruel, inhumano y degradante.”
Y agregó que “insisto, lo del 22 de agosto no fueron hechos aislados, era un régimen que quería perdurar en el tiempo, indefinido, lo hizo público desde que llegó y que había establecido un sistema de represión permanente, generalizado, para reprimir a cualquiera que fuera contestatario de la legitimidad que se atribuían pero que para nosotros no tenían (…) Esa es la explicación que yo doy, fue todo una política represiva que era parte de un régimen dirigida hacia una parte importante de la sociedad civil, yo integraba ese sector.”

martes, 5 de junio de 2012

Trelew: el juicio por la masacre, entre silencios y dramatismo

Acusados. Los ex marinos Bautista, Sosa, Del Real y Paccagnini, ayer, en el juicio por la Masacre de Trelew.

La segunda audiencia por la Masacre de Trelew terminó poco antes de las 15. Los cinco procesados salieron por una puerta lateral y en soledad. Y con toda tranquilidad flanquearon las vallas de seguridad que rodean al escenario del juicio. Resultó impactante ver a Roberto Paccagnini, uno de los acusados, caminar por la calle lentamente con las manos en los bolsillos comentando vaya a saber qué con su abogado. El tibio sol de otoño de la tarde patagónica cobijó también a Hilda Toschi, esposa de Humberto Adrián Toschi uno de los fusilados, que a pocos metros dejaba el boulevard del centro cívico de Rawson y caminaba en la misma dirección que Paccagnini sin darle mayor importancia.

Con la misma paz se retiraron los otros procesados. Nadie interrumpió sus caminos con algún insulto o alguna provocación. Como durante las audiencias, se movieron entre la gente con total comodidad. Al contrario de lo que ocurrió en otros juicios por delitos de lesa humanidad, en Rawson los acusados no pasan por momentos ingratos. Hasta uno de ellos (el mismo Paccagnini) dijo el nombre del hotel donde se aloja en Trelew cuando debió presentarse, micrófono en mano, ante el tribunal.

Pero también, los supuestos victimarios suelen compartir lugares pequeños con familiares de las víctimas. Así lo cuenta Alicia Bonet (esposa de Rubén Pedro Bonet, otro de los fusilados) en una carta que escribió a “todos los que me dan fuerza para seguir luchando”. Alicia contó que tras una jornada de mucha actividad volvió al hotel donde se aloja: “estuvimos en el bar y tomamos en té al lado del represor Bautista y su abogado ”. Bautista está siendo juzgado por supuesto encubrimiento. La mujer de Bonet criticó a las Madres de Plaza de Mayo porque “a los familiares nos pusieron muy histéricos ya que ellas actúan a esta altura como vedettes y acaparan todo el espectáculo”. Y dijo que fue como recibir una paliza enterarse que “todos los acusados están libres”.

La sala del Centro Cultural ayer no estuvo repleta como en la primera audiencia realizada el lunes. Así, con absoluta tranquilidad y algunas impresiones fuertes por la lectura de las indagatorias de 2008, ya que los cinco acusados se negaron a declarar en el juicio, transcurrió la audiencia. La madrugada del 22 de agosto de 1972, 19 integrantes de organizaciones armadas fueron fusilados en los calabozos de la Base Almirante Zar de esa ciudad de Chubut. Aunque tres sobrevivieron . Una semana antes habían fugado de la Unidad Seis de Rawson junto a otros 6 jefes que lograron huir a Chile. El resto no llegó a tiempo y se rindió en el aeropuerto viejo de Trelew. Por las muertes son juzgados los ex marinos Luis Sosa, Carlos Marandino, Emilio Del Real, Roberto Paccagnini y Jorge Enrique Bautista.

Hilda Toschi esperaba a afuera (no puede ingresar por ser testigo) y le dijo a Clarín: “El juicio nos trae un poco de alivio. Pero los queremos ver presos. Que no nos digan que son ancianos.

Ayer declararon por videoconferencia Hernán Bonet, hijo de Rubén Pedro Bonet, y Rubén Oscar Suárez, expreso político del penal de Rawson. Este último, quien no llegó a fugarse, pudo relatar los vejámenes a los que eran sometidos mientras permanecían en el penal y también explicó cómo se producía la persecución política en esos años.

Yo hubiese querido que mi marido también llegara a esta edad. Pero no lo dejaron”.
Por Carlos Guajardo

Aparecieron fotos inéditas de los fusilados en Trelew y citarán a dos nuevos testigos para la causa

Declaró Hilda Bonardi, viuda de Humberto Toschi. Le dio al tribunal fotos de Jorge Ulla, otra víctima, que muestran un disparo a muy corta distancia en el pecho. Contó la reunión en Rawson donde Lanusse prometió a los familiares que los presos saldrían intactos.
Postal del juicio. Una imagen de la audiencia desarrollada ayer en la ciudad de Rawson.
Por Rolando Tobarez

La viuda de Humberto Toschi aportó cuatro fotografías del cadáver de Jorge Ulla, una de las víctimas de la Masacre de Trelew, que muestran con claridad al menos un balazo en el pecho. Las imágenes, inéditas hasta ayer, la recibió la semana pasada Hilda Bonardi y se las aportó el médico Julio Ulla, hermano de la víctima, otro de los 19 fusilados en la Base Almirante Zar el 22 de agosto de 1972. Se trata de fotos color tomadas con el cuerpo dentro del féretro y que ya quedaron incorporadas a la causa. La mayoría de las partes, incluido el tribunal, desconocía su existencia. Y tomó por sorpresa a las defensas.

Según miembros de la querella, el balazo muestra el tradicional círculo de pólvora que rodea el orificio del impacto y que podría demostrar que se trató de un disparo a muy poca distancia. “Es la primera vez que me hacen conocer estas fotos”, aseguró la viuda, que ayer fue la única testigo en la reanudación del juicio en el Cine Teatro “José Hernández” de Rawson. “Esto demuestra que este proceso abrió muchas puertas ya que el hermano de Ulla jamás las había mostrado hasta que me las mandó”.

El médico que envió el histórico material vive en Santa Fe y el fiscal federal Fernando Gélvez pidió que sea citado por el tribunal que juzga a los 5 marinos acusados por los fusilamientos. La idea de la querella es que el hombre brinde más detalles de las circunstancias en las cuales fotografió el cuerpo baleado de su hermano. El pedido de Gélvez fue aceptado por los jueces y Ulla vendrá a la provincia.

Otro dato inédito que brindó Bonardi fue una reunión en Rawson con el presidente de facto Agustín Lanusse. El encuentro se concretó en Casa de Gobierno, en la primera quincena de mayo de 1972, 3 meses antes de la Masacre. Enterados de su visita a Chubut, familiares de los presos políticos de la Unidad 6 pidieron una audiencia que el militar concedió.

Aunque no hablaron, en esa charla estuvieron presentes los ministros del Interior, Arturo Mor Roig, y de Bienestar Social, Francisco Manrique, ambos del gabinete de la dictadura. Bonardi agregó la presencia de Nores Martínez, ministro de Bienestar Social del gobierno provincial. “Le pedimos a Lanusse que se aceleren los procesos contra los presos políticos y que volvieran a tener a sus jueces naturales ya que entonces estaban a disposición de la Cámara Federal (conocida como ´Camarón´)”. Según la viuda, también le exigieron que no haya más torturas a los detenidos en cárceles y comisarías.

Lanusse respondió entonces que los presos seguirían bajo jurisdicción de esa Cámara porque era decisión tomada. Pero a cambio –de acuerdo a la versión que se escuchó ayer- garantizó a sus familiares la integridad física de los militantes. “Lo que en apariencia fue lo más positivo que nos dijo, resultó ser la gran mentira a juzgar por lo que sucedió después”. Cuarenta años después, Bonardi dijo que esa visita de Lanusse en realidad se organizó como un reconocimiento del área para preparar el operativo de eliminación de los guerrilleros. “Vinieron a ver el terreno para saber en qué condiciones estaba y saber cómo terminar de cortar sus vínculos, aislarlos más o desaparecerlos”.

“No me cabe duda de que la decisión de fusilarlos fue parte de un plan ordenado, muy bien pensado y tramado para asestar un golpe a quienes burlaron las decisiones del poder militar”. Para la viuda de Toschi, mediante los fusilamientos la dictadura “logró instalar la pedagogía del terror que ya practicaban y no me cabe ninguna duda de que fue la génesis del terrorismo de Estado que se comprobó después”.

El tribunal también decidió citar como testigo a Eduardo Toschi, cuñado de Hilda. Es porque después de los fusilamientos, el hermano del fusilado reconoció su cuerpo en una comisaría y una escribana que lo acompañaba certificó sus heridas en una escritura oficial: 2 balazos sin orificio de salida en el abdomen, magulladuras en el hombro y en las rodillas y maceramiento en los dedos. “La mortaja estaba completamente empapada de sangre”, dijo Hilda. “Y cuando esos datos se cotejan con las autopsias de Rubén Bonet y otros testimonios, se verifica que los disparos vinieron de un solo lado”.

Pedidos urgentes

El tribunal ordenó enviar un oficio urgente al Ministerio de Defensa de la Nación para que rastree nuevamente en sus archivos el sumario militar que Bautista elaboró al investigar los fusilamientos, como juez ad hoc. Es un material de 400 fojas que nunca apareció pese a los insistentes pedidos de las querellas y que todas las partes consideran muy valioso para definir el rumbo del juicio.

Otro material que nunca apareció pero que los jueces insistirán son los expedientes del juicio civil que Alicia Bonet le inició a la Marina por el crimen de su esposo, Rubén Pedro, a una semana de la Masacre. En esa época, a esa acción se adhirieron otros familiares. Esa causa incluye la autopsia de Bonet que probaría que recibió un tiro de gracia en la nuca, entre otros datos útiles. En este caso el pedido fue para los tribunales porteños. 

Documentación Jorge Ulla