viernes, 8 de junio de 2012

Testimonio de Alicia Sanguinetti

Para una testigo, la mayoría “pensaba que no iba a poder salir con vida de la Base de Trelew”
 
Alicia Sanguinetti fue otra detenida que no pudo fugarse del penal de Rawson junto con los fusilados. Pero luego, María Berger le contó en persona qué pasó esa madrugada. Ayer se lo relató al tribunal y admitió que los presos sospechaban su final. Más detalles del avance del proceso en Rawson.
Preguntas con respuesta. Una postal de Sanguinetti en su testimonio ante el tribunal que juzga a los marinos.
Por Rolando Tobarez

Cuando compartían el baño en la cárcel de Villa Devoto, con señas o papelitos, María Antonia Berger le reconstruyó a Alicia Sanguinetti su versión de los fusilamientos en la Base Almirante Zar de Trelew. Berger fue sobreviviente junto con Ricardo Haidar y Alberto Camps. Esa misma versión fue la que ayer escuchó el tribunal que juzga a los 5 marinos acusados. La diferencia sustancial es que según la testigo, esa madrugada no fue la primera en la cual los presos fueron sacados todos juntos y puestos en fila. Y que sentían que algo les podía pasar.

Con tono emocionado, Sanguinetti recordó la fuga a medias del penal de Rawson. Tras el 22 de agosto, terminaron juntas con Berger en el pabellón que compartían otras presas políticas. Allí se enteró de todo. “Nos contó la llegada al aeropuerto, la entrega y la negociación”. De cómo terminaron en un bus rumbo a la Base cuando la promesa era regresar a los 19 a la U-6. De las celdas mínimas y el frío trelewense sin ropa, insultos y algún que otro golpe.

Mala predicción

Berger le contó a Sanguinetti que “la mayoría pensaba que no iba a salir con vida de la Base” y que sacarlos a todos de sus celdas para formarlos no era raro, como siempre se dijo. De lo que sucedió esa noche “nos contó que fueron despertados y obligados a bajar la cabeza y mirar al piso”.

Berger sospechó lo peor cuando vio puesta una metralleta en la entrada al pasillo, cerca de la mesa donde siempre un marino los vigilaba. “Eso le llamó la atención. Pensó que los querían amedrentar pero sintió que iba a pasar algo fiero. Un militar pasaba y los insultaba cuando de repente se iniciaron los disparos. Algunos se arrastraron a sus celdas pero María escuchó los tiros de gracia, uno por uno”.

Sangre

Ella quedó con vida y conciente. Reptó lo que pudo. Al borde de la muerte se empapó el dedo de sangre y quiso escribir en la pared de su calabozo nombres y algún Patria o Muerte. Dejar alguna pista. No escribió nombres porque los que alcanzó a ver no tenían identificación.

Vio muerta a María Angélica Sabelli. “Esta yegua está con vida”, alcanzó a escuchar. Enseguida un uniformado con una calibre 45, ansioso de un remate más. “Le disparó cerca de la cara y sintió que la cabeza le estallaba. Pensó que se moría y no sabe cómo es que se salvó”, relató Sanguinetti.

Como ni se desmayó, Berger pensó que su parte alemana en la sangre la había salvado. En esa duermevela le pareció que alguien entró como queriendo interrumpir la tragedia. María Antonia escuchó el grito fuertísimo de un “¡¿qué pasó acá?!”, que venía de la puerta del pasillo. Además de Haidar y Camps, en la sala de enfermería vio aún vivos a Rubén Pedro Bonet y Alberto Kohan.

El balazo tan cerca de la cara no fue gratis. Le destruyó la mitad de la mandíbula y le dejó una mueca. “Quedó desfigurada como para poder hablar”, graficó Sanguinetti. No hubo ningún tratamiento médico ni apósito ni calmantes. Recién cuando volaron a Bahía Blanca recibieron atención.

Vejaciones

Ante el tribunal en el Cine Teatro “José Hernández” de Rawson, la mujer desgranó su historia personal, igual y distinta a todas. Fue exacta cuando dijo que para escaparse del penal había una lista de 121 presos políticos. Sanguinetti inauguró su vida carcelaria cuando la detienen por un atentado frustrado: intentó quemar el palco que compartirían los presidentes Agustín Lanusse y el uruguayo Juan María Bordaberry, para un desfile del 9 de julio.

“Me detuvieron en un bar frente al Luna Park y terminé en la comisaría 22. Allí vi a Roberto Quieto terriblemente torturado por su primera detención”. Desde las rejas le gritó que por favor aguantara lo que le esperaba. Un silencio ocupó el recinto cuando Sanguinetti recordó que la violaron varias veces. “En defensa de mi género debo decir que las guardiacárceles mujeres son mucho más violentas y agresivas que los hombres”, sorprendió.

En febrero de 1972 inauguró el pabellón de presos políticos de la cárcel capitalina, en Chubut. Tenía pistas de su nuevo destino. “Entre las organizaciones se decía que en la Base Almirante Zar había un núcleo de élite reforzado y se sabía en esa época que lo más represivo y sanguinario era la Marina, que estaba ahí”. Tras la fuga y la masacre el régimen en la U-6 fue mucho más duro.

Como ya es costumbre de los testigos que pidió la querella, Sanguinetti deslizó ante los jueces Enrique Guanziroli, Pedro de Diego y María Monella que “espero que el tribunal sea justo con lo que pasó y juzgue a quienes debe juzgar”.

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