La cárcel de Trelew fue el lugar de hacinamiento de los cuadros más capaces de las organizaciones del momento. Juntos organizaron la cotidianeidad y la resistencia en los pabellones. Gente del ERP, Montoneros, FAR trabajaron, discutieron ideológicamente en una franca relación de amistad que se fue tejiendo en el lugar. Recordamos los hechos ocurridos en el año 1972, cuando sucedió la fuga del penal sureño.
Por Patricia Rodriguez - ANRed
Humberto Constantini describe el año 1972, como una época difícil, donde la oprobiosa junta militar había usurpado el poder, el presidente de facto Lanusse y su ministro del interior Arturo Mor Roig desataron una feroz represión en todo el territorio. La resistencia se hacía cada vez más explícita, así que las cárceles, lugares de tortura y muerte, estaban plagadas de dirigentes obreros y jóvenes militantes.
La cárcel de Trelew fue el lugar de hacinamiento de los cuadros más capaces de las organizaciones del momento. Juntos organizaron la cotidianeidad y la resistencia en los pabellones. Gente del ERP, Montoneros, FAR trabajaron, discutieron ideológicamente en una franca relación de amistad que se fue tejiendo en el lugar. Conjuntamente armaron el plan de fuga.
El 15 de agosto de 1972 comenzó el camino hacia la libertad. El primer grupo avanzó con el uniforme del enemigo, pero un guardia los reconoce y dispara.
Un solo auto los esperaba en las afueras, en el suben Mario Roberto Santucho, Enrique Gorriarán y Domingo Menna del ERP, Marcos Osatinsky y Roberto Quieto de las FAR y Fernando Vaca Narvaja de Montoneros. Se dirigieron al aeropuerto de Trelew. El avión había comenzado a avanzar y un militante disfrazado de militar ordena al piloto detener el avión, que luego aterriza en Puerto Mon, Chile donde el presidente Allende le daría refugio político y la posibilidad de seguir camino a Cuba.
Cuatro compañeros Anna Wiessen, Carlos Goldemberg, Alejandro Ferreira Beltrán y Víctor Fernández Palmeiro son los encargados de hacer la apoyatura desde afuera.
Diecinueve combatientes lograron tomar unos taxis que los llevan hasta el aeropuerto, a la espera del próximo avión, pero los militares, alertados, le dan la orden al piloto, por radio de no descender. Los diecinueve luchadores sociales deciden rendirse, piden la presencia de un juez y un médico, también están presentes las cámaras de televisión y los periodistas. Los encargados de decir las verdades del caso son Bonet del ERP, María Antonia Berger de las FAR y Mariano Pujadas de Montoneros.
El capitán Luis Emilio Sosa recibe las armas de los luchadores populares y con engaños y mentiras los conducen hacia la base naval Almirante Zar de Trelew. Durante siete días soportan vejaciones e insultos hasta que un decreto ordena a los militares asesinos Sosa, Herrera, Del Real, Bravo, Fernández ejecutar a los prisioneros. Durante la madrugada sacaron de sus celdas a los diecinueve combatientes, los hicieron formar y los fusilaron. María Antonia Berger sintió el impacto en el estómago, vio a sus compañeros que caían heridos o trataban de protegerse en sus celdas y se arrojó en la suya. Escuchaba los gritos de dolor, las puteadas y las órdenes. Sobre todo escuchaba los tiros de gracia. A medida que se acercaban, iban acallando las voces. Vio al teniente de corbeta Bravo en el umbral de su celda con una pistola en la mano. Desde el suelo lo vio acercarse y apuntarle a la cabeza. Sintió el disparo y la cabeza le estalló, aunque seguía viva. Escuchó voces pero no la atendían mientras se desangraba por el estómago y la mandíbula.
Quiso hacer algo antes de morir, escribir con su sangre los nombres de Bravo y Sosa, los fusiladores, pero escribió "papá y "mamá" en una pared. Alguien se acercó y lo borró con un trapo húmedo. Volvió a mojar el dedo con su sangre y escribió "LOMJE", la consigna de las FAR y del Ejército de los Andes:"Libres o Muertos, Jamás Esclavos"
Sólo tres sobrevivientes: María Antonia Berger, Alberto Camps y Ricardo Haidar serían los encargados de relatar al pueblo la matanza ocurrida en la base Almirante Zar. Ellos fueron heridos, aún así lograron sobrevivir.
Lanusse y la prensa burguesa montaron el escenario de una farsa, relataron cómo los prisioneros intentaron fugarse. Nadie les creyó y sí coreaban en las calles “¡Todos los guerrilleros son nuestros compañeros!” aludiendo al primer atisbo de unidad entre las organizaciones FAR, ERP y Montoneros
PRESENTES: HASTA LA VICTORIA SIEMPRE
ANA MARÌA VILLAREAL DE SANTUCHO, CARLOS ASTUDILLO, EDUARDO CAPELLO, CARLOS DEL REY, CLARISA LEA PLACE, HUMBERTO SUAREZ, HUMBERTO TOSCHI, JORGE ULLUA, MARIO DELFINO, ALFREDO KOHON, MIGUEL ÀNGEL POLTI, MARIANO PUJADAS, SUSANA LESGART, MARÌA ANGÈLICA SABELLI, RUBÈN BONET, JOSÈ MENNA
Jorge Lewinger (1) y sus recuerdos de Alberto Camps y María Rosa Pargas
Alberto tenía una gran habilidad manual. Mientras estuvo preso en Trelew tallaba en madera fusiles FAL en miniatura, luego los tiznaba en las estufas. La idea era enseñar su manejo al resto de los compañeros. Era estudiante de bioquímica. En Trelew conoció a María Rosa Pargas, su esposa.
Se comunicaban a través de un agujerito que había en el techo, porque en el piso de arriba estaban las chicas.
Yo participé en la fuga de Trelew, me equivoqué en la interpretación de las señas. Si bien esto no fue determinante, sí uno de los elementos del fracaso parcial. Después caí preso. Siempre me sentí culpable por esta situación. Cuando salí de la cárcel, recibí toda la ayuda y el apoyo de Alberto Camps y María Antonia Berger (2). Ellos comprendieron cómo me podía sentir, por eso siempre me impulsaron, jamás tuvieron una actitud recriminatoria. María Antonia y Alberto eran los que más podrían haber tenido resentimientos, pero no fue así. Ni fue casualidad que terminé viviendo en la casa de Alberto. Fui su responsable y a él le pareció bien. Esto lo pinta como un tipo de una gran integridad.
Viví unos meses en la casa de Alberto, en Lomas de Zamora. Ellos tenían una bebita y un varoncito que fueron recuperados por sus abuelos en un hospital, donde los dejaron los militares. Muchos años después encontré a la hija de Alberto en un homenaje a los caídos en Trelew, intenté conectarme con ella, pero parece que le resulta difícil poder hablar de esto.
Alberto y yo solíamos poner la silla en la puerta, como era costumbre en el barrio. Cierto día, después del golpe, un vecino se acercó para charlar y nos confesó su deseo: “Que hubiera más Montoneros”. Corría el año `77 y con Alberto nos quedamos mudos.
En julio del `77 tuve que viajar a México, para participar en una reunión. Como yo conocía y vivía en la casa de María Rosa y Alberto debía mantener un control diario y telefónico. Una agrupación de discapacitados, gente maravillosa, atendía esos llamados. Nosotros pensábamos que no sabían nada, sin embargo todo lo conocían, razón por la cual muchos fueron secuestrados. Ellos recibían nuestros mensajes en código, por ejemplo que estaba enfermo y no podía ir significaba que había caído.
Ese día tomé un micro que me dejó en Río de Janeiro, pero me había olvidado de llamar a Alberto. Me volví loco de angustia cuando me di cuenta que iba a levantar su casa. Al llegar a Brasil me encontré con un compañero del Sindicato Municipal de Avellaneda, se llamaba Trobato, regresaba al país, por lo que le pedí que llamara por teléfono para avisar que todo estaba bien. Alberto regresó a su casa una semana después, pero ya había sido localizado por otro lado. La ex mujer de Martín Grassi había estado en la vivienda de Alberto y recordaba las ricas facturas que había comido. Así que los servicios de inteligencia la subieron en un helicóptero y reconocieron el lugar a partir de una panadería en la calle Colombres, de esa forma rastrearon la casa. Yo me quería morir, porque si no hubiera llamado, hubieran levantado la casa. Se produjo el enfrentamiento entre Alberto y los militares. Volví en el año `83 al barrio y vi las marcas de los tiros en la pared.
María Rosa era una mujer muy cálida con los chicos. Cuando desapareció Pili, me trajeron a mi hija que tenía un año. Me quedé con ellos un mes más hasta que decidí las cosas que había hablado con mi esposa. A María Rosa la cargaban porque tenía la boca grande y le decían que tenía boca para chupar naranjas. Era una tipa bárbara y yo le tenía una gran confianza, tanta que fue quien llevó a mi hija a la casa de mis padres.
Jorge Lewinger (Compañero de militancia)
1) Jorge Lewinger era miembro de las FAR y el encargado de llevar los camiones al penal, una vez tomado, y trasladar a los presos hacia el Aeropuerto de Trelew para allí secuestrar un avión de Austral e ir a Chile, pero, una mala interpretación de las señales hizo fracasar el plan.
2) Alberto Camps, María Antonia Berger y René Haidar fueron los únicos sobrevivientes de la Masacre de Trelew. María Antonia Berger fue una licenciada en sociología argentina, militante de la organización FAR- Montoneros. Berger fue asesinada en 1979 por las fuerzas armadas y su cuerpo fue exhibido en la ESMA a modo de trofeo y luego desaparecido. René Ricardo Haidar era Ingeniero químico, había sido detenido el 22 de febrero de 1972. Evadió las ráfagas de ametralladoras introduciéndose en su celda, donde fue herido. En la fecha de la masacre tenía 28 años. Secuestrado nuevamente el 18 de diciembre de 1982, permanece desaparecido.